Pregón de Blas Carrillo para las fiestas de Turre de 2014

Esta semana nos dejaba el Dr. Blas Carrillo, eminente ginecólogo e hijo predilecto de Turre. Recordamos hoy el pregón que allá por 2014 hizo para este pueblo que tanto la apasionaba:

Excmo. señor alcalde, ilustrísimas autoridades, concejales, señoras y señores, turreros, amigos todos. Quiero agradecer la amable y honrosa invitación de este Ayuntamiento y en su representación el de la concejala de Servicios Sociales y Festejos, doña Rosalina Gispert, para llamaros, con este mi Pregón, a las fiestas de Turre en honor de San Francisco.

«Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla», nos dice Antonio Machado. Mi infancia son recuerdos de la Plaza donde ahora estoy, donde estaba mi casa. Ya no está pero aquí estuvo siempre donde yo viví y mi padre ejerció como médico de este pueblo. Sí se conserva la casa que vio nacer en 1884 a mi abuelo Blas, que luego sería médico de Macael; y la casa donde vivieron y ejercieron como médicos mi bisabuelo Bartolomé en 1880 y mi tatarabuelo Blas en 1849. Aquí en Turre cinco generaciones de médicos de mi familia nos contemplan, a donde uno vuelve con «la vieja corbata y el reloj que me atrasa». ¿Dónde están los amigos: Frasquitico, Ginés, Montoya, Antoñito ‘el del Barbero’, Elvira, Anita, Fina, Félix, el Foro, mi primo Meme… y tantos otros?. Y los que ya se fueron. A todos quiero significaros en mi carta y en mi canto.

Mi querido amigo en Turre, mi querida amiga en Sierra Cabrera: ahora te escribo. No nos veíamos desde hace tiempo, siempre el tiempo. Éramos jóvenes, solteros, divertidos, con ganas e ilusión por lo que el futuro nos deparara; y yendo, formándonos,
amando, sintiendo, tocando y rozando la vida, gozando de las pequeñas cosas y, a su vez, haciéndolas grandes porque grande es la sencillez, la risa y la ternura. Vivía y vive la amistad. Y vive la infancia permanente. Los caballicos dando vueltas, la noria, las carreras de cintas, el puesto de turrón, los papelillos puestos ya el día 3 de octubre, el asomarse a la ventana, y verlos, tú desde tu casa y yo desde la mía. La Banda de Música de Bedar. El «Jarras» con su pregón. Las mozas, todas elegantes, paseando hasta el puente con algún enamorado. El baile en la noche, en la plaza donde estaba la casa del médico, donde yo viví. Aurora y María Cristina con el pasodoble español, y donde se oían los mejores palos del flamenco en cante y manos de Diego y Francisco ‘el Gorrión’, bajo el abrigo del árbol de Juan Cánovas. Y cómo no recordar la Semana Santa, con las corridas de San Juan donde la chiquillería íbamos detrás del santo buscando al Resucitado. Y tras la escuela, la Universidad. El estudio aplicado. El trabajo. El Amar y tocar ese amor con las manos en el hijo. En los años pasados. En el presente. En la Historia. Y la Historia es uno mismo y los amigos; o qué dejas, lo que te dejas en el camino. Lo que das. Lo que te desprendes. Lo que dejas para la historia. Y el roce del amigo. Por todo ello me hace ilusión escribirte pero no en la lejanía sino en la cercanía. Era el ayer de hoy, del presente. Estabas ahí. No te habías ido.

Aquí en Turre tienes un sencillo plato de comida, una sencilla casa, una sencilla cama para cuando quieras venirte. Con la risa puesta. Dispuesto a compartir tus ratos libres para vestirlos de caricias; tus días tristes para que escuches mis cascabeleos y pinturear tu sonrisa; tu llanto ante la ausencia; tu gozo ante la presencia.

Siento que la complicidad estuvo en los despertares, entre la pereza del susto de encontrarte, tan impecable. Caballero andante. Soy los molinos que Sancho le advierte, porque yendo en Rocinante, tengo el talante apremiante de vos: otra pasión quijotesca, ¡las Vidrieras!

Quiero Turre atildar tu atuendo y dejar tu piel al aire para que sientas el calor de mi piel fría en escalada de repeluznos, de vivencias, de sentidos y cascadas de sentimientos, y disfrutarte día a día. Tengo ganas de abrazarte.

Y ahí estás tú, Sierra Cabrera. Traigo ungüentos y caricias carmesí, para sembrarte el cielo de estrelladas amapolas y ensoñadas orquídeas. Te traigo el azul del cielo y el amarillo de los campos, para mirarte con la pasión de la ofrenda y con el escalofriante amor que se torna placidez entre el navegar de esta tierra. Quiero abrazarte y tomarte entera y llevarte entre mis sueños a la Tierra Prometida. Y eres tú Sierra de Cabrera, quien seduce mi pensamiento, mis sensaciones, y las de todo un pueblo. Eres el sueño. Lo sé. Hacedora de ilusiones. Preciosa Sierra. Quiero tenerte, y me siento tu hijo, tu apadrinado, tu amigo, tu complicidad, pisando con dulzura tus huellas. Te sentía. Así es. Y has puesto rostro de mujer a la imagen del Padre. Quiero que lo sientas. Te miro y te llevo conmigo y yo soy tu hogar. Es un privilegio conocerte tan cerca porque das la llama que prende y que alumbra mis pasos. Eres todo lo soñado. A tu lado, cualquier sitio es paraíso; esa eres tú, amada mía, amada nuestra, eres tú SIERRA CABRERA.

Ya camino por la calle que lleva el nombre de mi padre ‘Médico Bartolomé Carrillo Corella’. Esa es la calle. Eres, padre mío, un buen testigo, ¡lo gritaré al Cielo y entre los hombres! Estábamos a oscuras en el Barranco del Negro y has venido como la luz y hasta de frente; y ya es de día en todas partes. Haces trinar en tu calle, a los niños en sus recreos y salida de la escuela, con sabor de caramelos entre tus manos llenas. Al fondo de tu calle veo altos farallones cortados a pico en el horizonte, y yo voy al monte cuajado de rocas y simas profundas. Con sus verdes palmitos y su agua de plata. Con sus ramas de olivo, con sus rojas naranjas. Te miro y te llevo conmigo, con tus diferentes nombres, que utilizas cada día: Los Moralicos, Cufría, La Carrasca, Cortetes, El Dondo…y otros tantos que te cambias a diario en Teresa y su mezquita, donde tú sientes el fresco del verano y el calor del invierno, creando de otoñales vientos, primaveras de flores y esplendores de luz.

Te he sentido caminando entre la luz y la sombra. Me perdería contigo. Con la camisa puesta. De primaveral. Llevando en un vitral la vida en la solapa. Entre las ramblas. En el río. A sentir la vida radiante en la placidez de tu remanso. A bajarnos del tiovivo entre la dicha del nosotros. Y recorrer el mundo de cualquier manzana. Y disfrutar el universo en cada cuadra. Y besarte la vida… tú que ensanchas la mía. Eres mi Sierra Cabrera, donde se abre el cielo en crisol de tornasoles, poniéndole color a su luz, hechizando un pueblo de arrebatadora belleza bajo el intenso lucero en la sierra litoral. Eres, ¡el corazón y el mar!

Es una relación nacida de la seducción y la belleza. Y Me quedo. Me quedo en este hangar de aviones de papel que me llevan desde el Cortijo Grande a Los Moralicos. Desde La Carrasca… hasta donde florecen las adelfas, donde está esa escuela pequeña como avutardas, para aprender del sol y el viento. Siempre el viento.

Dime, ¿quién eres tú? Eres TURRE el chopo al que me arrimo. Ya bailamos la obertura donde el amor abierto ha sido testigo de San Francisco de Asís. Y no puedo evitar añorarte. Esto de tenerte de papel, escribirte con góticas ocres y sarmientos de oropeles, en el olor de tu recuerdo. Esto de obsequiarte de verdad, de traerte llenas las manos de ramos de lirios blancos y amarillos. Me has seducido con el rostro de tu cara en el medio del mundo con tu natural olor, a tomillo y a retama, el que transpiras tú mismo cuando te mueves, conmoviendo los sueños que crías entre tus francas risas, entre el sonido abierto de contagiados carcajeos.

He insertado esa estampa de la Vida, en una ventana de la Iglesia, en un Rosetón, en un Vitral. Ahí está, en el pueblo donde mi padre ha dado la vida. Donde mi padre y mi madre reposan para siempre. Ese es el anhelo último del ser humano que busca la trascendencia que abrace su cuna y lo devuelva a la Esencia que colme su deseo de Unidad con la propia Vida. Luego el tiempo pasa un poco más y la caduca existencia deja en los vivos la sensación de no haber abrazado todo lo necesario a quienes tuvimos ocasión. Hagámoslo ahora. Con la soltura de la Feria en Honor a San Francisco. Y siendo generosos: Él ya lo dijo: ‘Deseo poco y lo poco que deseo lo deseo poco’.

Déjame Turre hilvanarte el traje de la felicidad. Me gusta tu trastero de Feria, donde nos entretienes con juguetes de hojalata y muñecos de trapo, entre caras de sueños de porcelana, cochecicos de choque y globos de colores prendidos al sol. Es el teatro de la vida entre bambalinas de papel y el tiovivo, de arcos en iris festoneando tu cielo.

Llevo Turre tu Vitral del rosetón en mis entrañas. Es la foto del ser besando la Vida. Ahí está. La fascinante seducción de la existencia. Y ahí he dejado mi pensamiento, chorreando el Amor, la Vida y la Belleza…

La Ciencia, el Arte y Teología, y hasta el dolor púrpura rotundamente humano, entre frescas fresas de sol y risas. Pintando en el templo el amor que se dibuja en cada mujer pariendo, ayudándola a asomar su fruto caliente para ponerlo en sus brazos de madre y que suene el llanto jubiloso del nacer a la vida, y la emocionada risa de la madre que toma a su hijo y lo mira por vez primera. Como tantos hijos turreros que mi padre, como médico, trajo en este pueblo. Yo también lo hago. La felicidad nace en lo más fecundo del ser humano. A veces, viene a besarnos. Mientras tanto siempre creamos la felicidad al despertarla del sueño y levantarla en los demás. Como ahora en la Feria

¡A la Feria! ¡A la Feria! Turre ,estarás presente entre el cuenco de mi cuerpo y el abrigo de mi silencio, en mi humanidad despierta y mi pretérita inmortalidad, más allá de nadie, donde sólo tú y yo soñamos la certeza de existir.

Más acá, creando tus sueños desde el pincel que anima mi mano y mueve mi fuego. Y estamos aquí. Entre bromas y veras. Abiertos.

¡A la Feria! ¡A la Feria! Despleguemos el toldo de la concordia que, entre sol y sombra, bajo esta jaima, hay sitio para todos y para todas. Y la brisa será fresca como la risa en la noche. Y el camino se hace dulce como la lumbre ante un corro.

¡Que es fiesta en esta tierra!

Y el alma se nos inflama, al disfrutar con los amigos de entrañable pasado, que se reencuentran entre la fuerza del querer y el sino de vivir. Y otros nuevos que surgen en el camino y nos ofrecen el calor de sus hogares.

¡A la Feria, a la Feria!
Que ya baja San Francisco caminando hacia la Iglesia, repartiendo sus viandas
en honor a la miseria
¡A la Feria. A la Feria!
¡A la Feria turreros! ¡A la feria!

Dr. BlAs CArrillo lópeZ

En Almería, a 24 de agosto de 2014, día de San Bartolomé.

Descargar el PDF del pregón original.

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