Presentación de RELATOS IMPRUDENTES en Sorbas

El pasado mes de junio se presentaba en el Teatro Villaespesa de Sorbas el libro Relatos imprudentes de Pedro Soler Valero, que ha sido editado por Arráez Editores. En la presentación intervinieron el editor, Juan Grima, así como el médico Simón Navarro García, el historiador Juan Pedro Vázquez Guzmán y el propio autor.

Juan Grima anunció que Pedro Soler inaguraría el 31 de julio una exposición de cerámica y pinturas. Hay que recordar que Pedro Soler ya publicó hace unos años el libro Sorbas, historias del paraíso, con Arráez Editores.

Simón Navarro, amigo del autor, recordó la figura de Aída, esposa de Pedro Soler fallecida hace dos años y a la que iba dedicado este libro de relatos. Soler Valero, dijo, es un sorbeño ejemplar que ama su pueblo.

Relatos imprudentes es un libro basado en historias reales, en un tiempo y en un pueblo bajo el estigma aún de la Guerra Civil. Los relatos están ubicados en un pueblo de la Andalucía oriental, a caballo entre el mar y la sierra de Los Filabres aunque seguramente, en poco difieren de los aconteceres que por entonces ocurrirían en cualquier otro pueblo de la geografía española.

La miseria espiritual y material, el miedo, el exilio y la ignorancia, provocaban que cuestiones triviales se comentaran con sordina y, la mayoría de las veces, el silencio fuese el delator de las miradas. La Iglesia ejercía un control espiritual absoluto, la dictadura imponía el suyo y hacía cumplir arbitrariamente todo aquello que servía a sus intereses.

En los pueblos, estos intereses eran los de la Iglesia y una clase dirigente, que se complementaban y se servían mutuamente. En otro escalón se movían los que medraban por recoger las migajas de ese poder, y tras ellos estaba el pueblo: resignado, paciente y silencioso. A pesar del férreo control político y religioso, en los pueblos, determinados vicios y componendas se ejercían discretamente, con la tolerancia de quien podía castigarlos. Sin duda, porque ellos también pecaban y, mientras la discreción no sobrepasara el boca a boca, o algún comentario de tapadillo, ciertas situaciones se soslayaban, como si no hubieran ocurrido y fuesen producto de la maledicencia o la imaginación popular. La realidad, mezclada con el bulo y la picaresca, provocaban el ingenio y daban acta de nacimiento a personajes que protagonizaban historias y situaciones curiosas. Ellas enmascaraban la penuria, con el olvido de la tristeza y la desesperanza.

En la mayoría de los relatos, el autor se sirve de los encuentros y paseos de dos amigos, que deciden terminar sus días en el pueblo que les vio nacer, de donde partieron en la juventud en busca de otro destino y otros horizontes. Ambos recrean el sosiego de sus paseos en las historias que vivieron o escucharon en tertulias de brasero durante los inviernos y en comentarios en zaguanes durante las noches del estío.

Dicen que la ficción jamás supera a la realidad. Estos relatos surgen de ella y, aunque el autor fábula e introduce algunos personajes que probablemente no fueron protagonistas de algunas historias, el resultado es consecuencia de los caprichos literarios de quien los ha escrito. No obstante, la realidad sale indemne de ellos, para mostrarnos un tiempo y una gente que nunca más tendremos.

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